Un día soleado, ultimo día de la semana; un
domingo de descanso, es el día más concurrido para la plaza de mercado; pues
bien pasadas las 9:45 de la mañana entramos en la galería del IMPALA situada en
la calle 40 de la ciudad de Pereira, con bastantes expectativas y no era para
menos, dado a ese pequeño mundo que enfrentábamos, una comunidad organizada
socialmente, económicamente y culturalmente; que provee cotidiamente los víveres
a cierto porcentaje de la sociedad pereirana. Es esta una base importante del
mercado primario económico de competencia perfecta que poco se práctica; es el
reflejo de la economía colombiana; la producción de las materias primas, de la
diversidad de productos naturales, de la infinidad de frutos, que la madre
naturaleza nos brinda, pero que de igual manera el hombre explota, y genera
leyes que separan la misma humanidad, haciéndola competitiva, y por tanto
creando parámetros sin sentido.
Olores, olores de piña, coco, mango; frutas
frescas; hierbas, hierbas dulces, aromáticas, medicinales, tubérculos,
semillas, un cierto olor de trabajo, de sudor, de cansancio, de largas
trayectorias, de amor, de tristezas y dolor. Colores infinitos colores, trazos
sin línea de un nicho palpable de nuestro campo y nuestros campesinos.
Niños, jóvenes, mujeres, hombres, ancianos;
todos, todos reunidos a correr de un lado a otro, afanados de comprar, de
vender, de llevar un pan a casa, sostener un hogar, de pagar deudas, de trabajar
y lograr obtener un cierto papel: dinero, o de dar dinero para poder comprar.
cada uno con cargas emocionales y sentimientos
distintos, con pensamientos diversos, seres excepcionales de ser y hacer; y que
los reúne día a día; y nos asocia una sola razón, una causa de orden social,
una sociedad, una globalización; el sobrevivir, el trabajar; la ley del mas
fuerte; el estar y ser...
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